Garzones claman ayuda al gobierno: Ganan el mínimo y no reciben beneficios de la clase media

La mayoría está con el contrato suspendido desde que comenzó la cuarentena. Otros -con peor suerte- fueron despedidos. Aseguran que ya no pueden más con las deudas y que la única opción que tienen es solicitar el retiro del 10%. Como casi todos ganan el sueldo mínimo, ni siquiera califican para recibir el bono de $500 mil.

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Por Carola Garrido
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Hace cuatro meses que no asiste a su trabajo. A fines de marzo le comunicaron lo que él ya temía: que a causa de la pandemia, su contrato quedaría suspendido hasta nuevo aviso.

“Yo me imaginaba que algo así pasaría y que después de ese anuncio vendría una avalancha de problemas. Sólo el arriendo de mi casa cuesta $300 mil, es decir, casi el sueldo mínimo que gano en el local”, cuenta Cristián Rodríguez, garzón hace seis años del conocido restaurante “El Poroto con Rienda”, de Estación Central.

Reconoce que está muy preocupado, ya que con gran sacrificio ha logrado cumplir con ese compromiso económico. Eso hasta ahora. No sabe qué pasará de aquí en adelante. “El seguro de cesantía va disminuyendo cada mes. Mi pago de julio sólo fue de $200 mil. Además, fue el último. He buscado otros trabajos, pero lamentablemente no ha salido nada. Tengo tres hijos que necesitan comer. No sé qué hacer”, dice Cristián.

Casos como el suyo se repiten. Sergio Tobar es garzón y dirigente sindical en el Club de Golf Los Leones. También lleva meses en su casa.

“No estoy finiquitado, pero estoy con el contrato suspendido desde marzo. Desde entonces sólo gano el sueldo mínimo, porque parte importante de nuestro salario son las propinas. El tema es que como esas no son imponibles, figuramos ganando menos de $400 mil y ni siquiera nos corresponde el bono de $500 mil que entrega el gobierno”.

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Como casi todos sus colegas se encuentran en la misma situación, decidieron organizarse. Crearon en redes sociales un grupo llamado “Bono Garzones” para solicitar que las autoridades los incluyan como beneficiarios de la ayuda económica que recibe la clase media.

Más del 90% de los garzones duplica el salario que le paga su empleador con las propinas. En la liquidación aparece el sueldo mínimo, pero en la práctica recibimos mucho más, por lo tanto, nos sentimos parte de ese grupo que gana más de $400 mil y que sí recibe beneficios”, explica Andrea Oyarzún, impulsora de la iniciativa.

Según cuenta, han tenido acercamientos con algunos diputados que estarían de acuerdo con su solicitud. Un avance que considera relevante, tomando en cuenta que -por lo menos en Santiago- todavía podrían pasar meses para concretar la atención de público al interior de los restaurantes. Para eso, la capital debería entrar a la Fase 4 del plan Paso a Paso, algo que por ahora al menos, parece lejano.

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Mientras esperan respuestas a su petición, buscan alternativas para sobrellevar el mal momento económico. Juan Soto tiene más de 30 años de experiencia en el rubro, su último trabajo fue en “Parrilladas del 37” y quedó cesante durante el estallido social.

“He trabajado en otras cosas durante estos meses. Fui ayudante de bodega, pero ese “pituto” ya se terminó. Llevo 34 años y tengo una miseria de ahorro para la jubilación: apenas $15 millones. Pedí el 10%, pero aún no sé si la AFP me lo dará. Me encantaría volver como garzón, eso es lo que más me gusta. Dar un buen servicio a la gente para ganarme la propina”, relata Juan.

Empresarios gastronómicos esperan pronta reactivación

Producto de la pandemia, el restaurante italiano “Golfo Di Napoli”, ubicado en Ñuñoa, no puede atender clientes a la mesa desde el 26 de marzo. Su dueño quiso que sus 80 trabajadores conservaran el empleo, así que les propuso dedicarse a recibir pedidos, pagos y entregar la comida, ya sea en el mismo restaurante o a domicilio.

“Por ahora estamos repartiendo y para que los garzones no sólo reciban su sueldo, cobramos un 15% por el servicio. Esa es su propina“, cuenta su dueño, Vincenzo Guarino.

Dice que todos quieren volver pronto a la normalidad,  pero mientras eso ocurre han intentado afectar lo menos posible a los trabajadores.

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En otros locales lamentan que los funcionarios hayan tenido que acogerse a la ley de protección del empleo. “Para nosotros es tremendamente doloroso perder gente. Un restaurante vale por la gente que tiene, la experiencia y la calidad de servicio. El valor no lo dan las mesas ni las sillas, sino el personal”, dice Mario Astorga, presidente del Centro Gastronómico Borde Río.

Para intentar ayudar a los garzones, también les dieron la posibilidad de convertirse en repartidores y así aumentar aunque sea en parte sus ingresos. Ahora falta que el gobierno los considere y tengan también la posibilidad de acceder a algún tipo de ayuda del Estado.

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