Historias - Iglesia

Devoción y misterio: Las tres veces que la procesión del Cristo de Mayo fue suspendida y terminó en terremoto

La tradicional procesión de su imagen por el centro de Santiago se suspendió por la pandemia. Un ícono religioso que oculta misterios y leyendas, hechos inxeplicables para unos y meras coincidencias para otros. Muchos se preguntan, en todo caso, si el Cristo de Mayo nos pasará la cuenta en 2021 por haber cancelado el rito de este año.

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Por Bárbara Mateluna
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Quienes tienen fe y creen en Dios recurren a él cuando enfrentan situaciones complejas, catastróficas y desastres. De hecho, pese a las estrictas medidas sanitarias que prohíben las aglomeraciones de personas, algunos grupos religiosos las desafían a riesgo de su salud, para orar y pedir ayuda en estos momentos difíciles.

Si bien los creyentes dicen que “la fe mueve montañas”, en el actual contexto prima la racionalidad y los fieles ligados a la Iglesia Católica han respetado mayoritariamente las cuarentenas, al punto que este mes suspendieron una de las actividades más importantes del calendario religioso capitalino: la tradicional procesión del Cristo de Mayo.

Una conmemoración religiosa ligada a mitos y leyendas que la sitúan al límite de lo pagano, ya que integra muchas supersticiones de la cultura popular, lo que la convierten en un ritual con implicancias que van más allá de lo meramente católico.

Un Santiago destruido y un Cristo intacto

Todo partió el 13 de mayo de 1647, cuando un terremoto prácticamente destruyó la ciudad de Santiago. Una tradición católica que se inicia con un desastre y que se conmemora hace 373 años con muy pocas interrupciones, pero, cómo este miércoles 13 la procesión fue suspendida por la pandemia, se generó mucha expectación en el mundo religioso y también entre los amantes de la historia de Chile.

Lo anterior, porque la figura del Cristo de Mayo, también llamado el Señor de los Temblores, esconde una serie de misterios asociados tanto a su origen, como a su vinculación con hechos catastróficos como los terremotos, por ejemplo.

Pocos antecedentes existen sobre el devastador terremoto de 1647, de lo que sí se tiene certeza es que el sismo destruyó casi por completo el Santiago colonial y que habría ocurrido en la noche, pasadas las 22:00 horas. Se estima que tuvo una magnitud de 8,5 grados Richter, por lo que es fácil imaginar el daño que debe haber causado a las precarias construcciones de la época.

“La ciudad queda en el suelo, ocurren incendios y en paralelo se produce un brote de tifus, a tal punto es la tragedia en esa época, que llama la atención que exista tan poco registro de esto, porque es una de las historias más terroríficas de la historia de Chile, incluso se habla de que pudieron darse escenas de canibalismo“, comenta el periodista y escritor chileno Francisco Ortega.

Y es en medio de ese dramático escenario que ocurre algo que provocaría el nacimiento de un nuevo culto popular hacia una figura religiosa, la veneración del Cristo de Mayo. Ortega relata que el terremoto no lo destruyó todo, ya que “una de las pocas cosas que quedó de pie fue uno de los muros de la iglesia San Agustín y lo que queda ahí es la estatua del Cristo de la agonía“.

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En medio de la catástrofe, los sobrevivientes del sismo se congregaron en las proximidades de este templo para pedir ayuda a Dios, ya que la población era mayoritariamente católica. Ahí es cuando nace lo que después se convertiría en el rito que perdura hasta el día de hoy. El Cristo de la Agonía no sólo estaba intacto en ese muro de la iglesia, sino que además “llama la atención que la corona de espinas que tenía en la cabeza se cae y le queda en el cuello, de manera inexplicable“, detalla Ortega.

El relato de estos acontecimientos emana en buena parte de un libro que describe el terremoto de 1647 y que fue escrito prácticamente 200 años después por el historiador Miguel Luis Amunátegui.

El historiador Cristóbal García-Huidobro, académico de la Facultad de Derecho de la Universidad de Santiago de Chile (Usach), menciona que “cuando se escribe el libro, el autor lo hace con una intencionalidad de dejar en ridículo las creencias religiosas de los chilenos de la época, entonces el relato recalca el fervor religioso y la superstición”.

El docente agrega que “es ahí cuando cuenta la historia que después del terremoto hay algo que sobrevive en el antiguo convento de San Agustín, el obispo de Santiago de la época habría dicho “este es un milagro, Cristo nos protege, hagamos una procesión en forma de agradecimiento“.

En este sentido el teólogo, sociólogo y académico de la Universidad Central, Rodrigo Larraín, señala que “como la figura quedó de pie, la gente vio una señal divina de protección“.

De ahí nace una tradición que dice que el Cristo protege a Santiago de los terremotos. “La verdad es que la devoción hacia el Cristo de Mayo nace en un momento de dolor y de crisis donde hubo miles de muertos, por lo tanto, esta imagen que sobrevivió y apareció intacta es una especie de galvanizador de la fe de los santiaguinos de que la situación va a mejorar“, explica García-Huidobro.

Se convierte así el Cristo de Mayo en uno de los objetos religiosos más queridos y venerados. Una figura que tiene una particularidad porque se convierte en una especie de señor de los terremotos, creándose una tradición”, complementa Ortega.

La vinculación con la Quintrala

Pero la historia del Cristo de Mayo es más apasionante si rastreamos en sus orígenes y cómo fue que llegó a ser parte de los íconos instalados al interior de la Iglesia de los Agustinos. Existen muchas dudas respecto al lugar de donde provino la figura, misterios que enriquecen la leyenda de este Cristo que sobrevivió de forma inexplicable, milagrosa para algunos, al terremoto y terminó con la corona de espinas en su cuello.

“Los agustinos no tienen registro de cuando llegó la figura, desde cuando está en posesión de ellos, pero, además, ocurre que hay toda una leyenda sobre quién fue la primera persona dueña de este Cristo. La leyenda dice que habría sido Catalina de los Ríos“, nada más y nada menos que La Quintrala, nos cuenta el académico de la Usach.

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Se dice que esta figura habría sido tirada a la calle por La Quintrala, luego de que se sintiera observada por la imagen mientras azotaba a uno de sus esclavos. La mujer no habría resistido el peso de sus ojos y por eso habría desechado la figura, testigo silente de sus abusos.

Sin embargo, García-Huidobro comenta que “buena parte de ese relato es más mito que realidad, no se ha establecido una relación directa entre Catalina de los Ríos y el Cristo de Mayo, aparte de esta historia que además está en un libro que historiográficamente es bien dudoso”, asegura.

Terremotos, ¿un castigo a los fieles?

Pero la imagen no sólo tiene el mérito místico de dar origen a la procesión que partió en 1647, fecha desde la cual la figura es paseada religiosamente en procesión por el centro de Santiago cada 13 de mayo. Lo que llama atención, y hoy estimula la preocupación, es que todas aquellas veces en que no se realizó tal festividad ocurrió un movimiento telúrico importante en el país, por algo lo llaman también el Señor de los Temblores.

Francisco Ortega explica que “lo curioso de esta leyenda es que hay tres ocasiones en que no se realizó la procesión del Cristo de Mayo: en 1959, 1984 y en 2009. Justo un año después ocurrieron grandes terremotos en el país“, el de mayo de 1960 en Valdivia, el de marzo de 1985 en Santiago y el gran sismo del 27 febrero de 2010.

Las causas por las cuales se suspendieron las procesiones en aquellos años no están del todo claras, la información no es muy certera, pero Ortega asegura que “el año 1984 no se habría realizado debido a las protestas sociales y políticas de la época, mientras que el año 2009 se habría hecho una pequeña conmemoración, pero no al nivel de otras veces, debido a que la figura del Cristo se encontraba en una exposición en el centro cultural La Moneda“.

Este escritor profundiza y describe esta relación entre el desastre de un terremoto y la devoción religiosa como “una mezcla entre paranoia conspiranoica y folclore. Es muy bonito lo que tiene Chile, más allá de que uno crea o no crea en estas casualidades”.

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En esto coincide en parte el docente de la Universidad Central, Rodrigo Larraín: “Esto es parte del folclore religioso católico. Uno no establece un contrato con Dios,(…) es decir, uno no espera que sí yo no lo saco a pasear, entonces hay terremoto“.

El teólogo agrega que “es curioso, porque ese no es un tema muy católico, pero finalmente como expresa la devoción popular, la iglesia lo acepta“.

Lo concreto es que se trata de una creencia arraigada en la cultura que nace de algo que en 1647 fue considerado un milagro, para otros una coincidencia sin explicación lógica. Lo cierto es que el ritual que continúa presente hasta hoy, es parte de la tradición católica de nuestro país, devoción y misterio por este Cristo que este año, por culpa del nuevo coronavirus, no pudo salir en procesión como todos los 13 de mayo. Habrá que ver si se cumple o no el mito en 2021, cuando el Señor de los Temblores debiera castigarnos con un sismo a cuenta de la procesión no realizada.

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