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«Picadas» de carretera a punto de cerrar por falta de ingresos: «Está todo muerto, esa es la palabra para nuestro rubro»

La crisis de la industria gastronómica no tiene precedentes tras la llegada de la pandemia. El delivery no alcanza a cubrir, en muchos casos, ni siquiera los arriendos. "Es el esfuerzo de una vida y ahora te encuentras de brazos cruzados", sentencia uno de los afectados.

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La crisis de la industria gastronómica no tiene precedentes tras la llegada de la pandemia y afecta incluso a las llamadas «picadas» de carretera. Algunos a punto del cierre definitivo, viven momentos críticos junto a sus trabajadores. El delivery no cubre en muchos casos ni siquiera los arriendos.

«Es triste verlo así, desocupado», lamenta Hugo Barrera, del restaurante Juan y Medio, que por años fue uno de los más concurridos en el trayecto rumbo a Santiago, por la Ruta 5 Sur, pasado Rancagua.

Contundencia y precio cómodo, transformó a este lugar en parada obligada por la carretera. Hoy, vive sus días más difíciles, a punto del cierre.

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«Estamos vendiendo alrededor del 6% con respecto a una venta normal. No da para los gastos fijos ni para las cotizaciones de los trabajadores. Siempre está vigente la posibilidad de cerrar», dice Barrera.

Un poco más al norte, por la misma Ruta 5, la historia esta vez se repite en el emblemático Buenos Aires de Paine. Otro recurrente de viajeros. Lejos están los salones llenos de otroras tiempos normales. Hoy, se busca sobrevivir.

«Estaba lleno de público a la hora de almuerzo. Da tristeza y pena ver el local así. Estamos produciendo al 8%, 10% de lo normal, porque esto era una máquina», cuenta uno de sus trabajadores, Juan Domingo Guajardo.

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Para todos ha sido difícil, más para los trabajadores que se han quedado sin la posibilidad de generar recursos. Otros, como Rodrigo Flores, del restaurante Doña Fernanda, viven momentos más críticos.

Y es que el reconocido local en la ruta de Calera de Tango, hoy sencillamente no da para más. «Está todo muerto. Esa es la palabra para nuestro rubro. Es el esfuerzo de una vida y ahora te encuentras de brazos cruzados», sentencia.

El peligro de cerrar, las deudas, trabajadores cesantes, varios meses en la misma condición. Rodrigo, desde la ventanilla de su local, vende empanadas y colaciones. No alcanza, ni para pagar el arriendo.

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«El delivery sirve, pero aleja al cliente del restaurante. Este ya no se va a llenar como se llenaba antes», asegura Rodrigo, quien asume que le será difícil volver, y piensa seriamente en cerrar.

Otros, siguen presentes con el delivery, cuya ganancia es marginal. Sólo ayuda para que la clientela sepa que están vigentes. Sin embargo, se organizan para cuando puedan volver a abrir.

Incluso en Juan y Medio, además del delivery, van a implementar el método de los estacionamientos. Es la última jugada, para tratar de salvar el negocio.

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«Vamos a tener un tipo de atención al auto, con bandejas especiales para que sea cómodo. No se tienen que bajar del vehículo», relata Barrera.

Así es como las emblemáticas picadas de carretera tratan de sobrevivir, ante un escenario complejo, adverso y cuya vuelta a la normalidad, cada vez se ve más difícil. El comercio gastrónimo en su momento más crítico.

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