La pobreza oculta en el sector oriente de Santiago: Vecinos de Las Condes se apoyan para enfrentar la crisis
En comunas más acomodadas, el impacto de la pandemia y la cuarentena también ha sido grande. En muchos casos, las personas se están organizando para tender redes de apoyo ante la precariedad puertas adentro, que también existe en el sector alto de la Región Metropolitana.
La cesantía está golpeando muy duro, sobre todo a las mujeres jefas de hogar. Y Las Condes no escapa a esta realidad.
Hace por lo menos 10 años que el negocio de Ximena Centeno funciona la Villa la Escuela, y esta es la primera vez que su dueña detecta una baja tan importante en las ventas. Los vecinos están sin trabajo o sujetos a la suspensión del empleo.
“Está súper lento, en el sentido que a la gente uno nota que le falta su plata en su casa. La gente compra menos cantidad de todas las cosas que tengo”, relata a CHV Noticias.
Uno de sus clientes, que tiene el contrato suspendido, cuenta que este mes logró juntar $240 mil, mientras que su esposa está sin trabajo. “Es difícil, porque las cuentas no esperan. Tratamos de reducir todo: saqué el Internet, los celulares están sin plata, comprando tarjetas para el celular. Con los niños igual es problema por las clases online, ya no pueden meterse”.
Antes de esta villa, las familias habitaban en un campamento. Las construcciones se levantaron en plena dictadura militar con departamentos que apenas superan los 30 metros cuadrados. Hoy están ampliados prácticamente al doble, pero, ubicados en las condes, no garantizan calidad de vida.
Muchos tienen empleos precarios de los que dependen grupos familiares. Otros dicen que “trabajo no hay, y aunque haya, no te van a dar”. Aunque también hay excepciones, como la de Raúl Jara, un jardinero que no puede salir a trabajar, pero a quien uno de sus empleadores le ofreció llevarle dinero, pese a que no vaya a cortar el pasto.
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Vecinos se apoyan para enfrentar la crisis
En medio de los tiempos difíciles, un grupo de amigos hace almuerzos para repartirlos en la villa y en otras del sector de Flemming en Las Condes. Claudio González, uno de los voluntarios, afirma que empezaron haciendo entre 70 y 80 almuerzos, y ahora hacen 130 los días martes, jueves, sábado domingo.
Un grupo de mujeres, en tanto, reciben harina y levadura de una persona que les entrega ayuda. Juntas, hacen unos 300 panes para repartir entre sus propios vecinos.
El esfuerzo por cumplir un rol solidario es enorme. Después de las labores de sus propias casas, les espera una tarea pesada: amasar toda la mezcla y transformarla en pan.
La organización de los vecinos ha sido clave, ya que detectan rápido cuando alguna familia tiene mayores necesidades. Dicen que a nadie le sobra y aquí también hay problemas, aunque se trate de Las Condes.
