Francisca Valenzuela: Llegué a un país homófobo, pero Chile ha cambiado mucho
El lanzamiento de "Tajo abierto" viene acompañada por una gran gira del mismo nombre que la llevará el 25 de septiembre a México.
Francisca Valenzuela, talento emergente de la pequeña gran industria global de la música alternativa en español, se sabe y siente en un «arco ascendente» que alcanza esta semana una nueva cima con «Tajo abierto», disco ambicioso que habla de la vulnerabilidad y la uniformidad del ser humano bajo la piel.
«Cuando llegué a Chile con 12 años de un lugar como EE.UU., de California, ver un país homofóbico, conservador y sesgado me tocó la fibra, pero ha cambiado mucho», ha explicado hoy la joven artista en Madrid, preocupada por que la explosión acaecida ayer en un local del metro de la capital de su país persiga desestabilizar todo lo conseguido.
Valenzuela (San Francisco, EE.UU., 1987) habla de estos temas porque entre sus nuevos temas se encuentra «Insulto», que nació de una conversación con un hermano suyo que es gay y de la «frustración de ver cómo se dictamina que una vida es más válida respecto a otras, especialmente en Latinoamérica», asevera esta reconocida activista por los derechos de los homosexuales.
De eso trata en parte su tercer álbum, «Tajo abierto» (Sinanestesia), de esa laceración que «baja el cierre» de la piel para comprender la «uniformidad de dentro».
Su título procede de uno de los cortes, en el que canta que «hay algo lindo de ver el filo cortar» con cierto matiz sádico, aunque ella prefiere hablar más de la atracción por la «adrenalina del dolor».
«Yo me quito la armadura», canta en otro de los cortes, «más vulnerables» en general que sus producciones previas y que insisten, quizás por casualidad, en la idea de lo corpóreo.
Siguiendo ese hilo, explica que en una disección «este disco sería el cuerpo y las canciones los órganos».
Los discos «Muérdete la lengua» (2007) y «Buen soldado» (2011) le sirvieron para abrirse hueco en el mundo de la música y traspasar fronteras y este nuevo capítulo, que de momento ha despertado aún más expectación, podría permitirle dejar atrás la consideración de promesa para convertirla por fin en estrella.
Bazas no le faltan, como un primer sencillo «sensual», directo y pegadizo, «Prenderemos fuego al cielo», que ella define como «la punta más popera» del álbum, fruto de un impulso casi intuitivo y de una nueva forma de abordar la composición.
Decidió salir de su «zona de confort» y probar cosas más allá de Chile, en un «epicentro cultural relevante» como Los Angeles, de la mano de productores como Dave Sitek, colaborador de Foals y Santigold, entre otros. «Le entregaba una canción y me la devolvía como con esteroides», comenta feliz del resultado.
A él se terminaron sumando en otros temas Aureo Baqueiro (Natalia Lafourcade, Alex Sintek), Jesse Rog (ganador de un Grammy) y Vicente Sanfuentes (Los Amigos Invisibles) hasta conformar un trabajo con mayor amplitud de miras y herramientas, que desecha prejuicios estéticos como el de anclarse al piano como germen compositivo.
El pop británico, de All Saints a Texas, arroparon los días y noches en torno a «Tajo abierto» y algo de ese sonido ha contagiado la textura de sus cortes, nunca mejor dicho.
Como excepción, cabe mencionar la folclórica y un tanto naif «Cuequita del corazón», un «guiño» a la tradición musical de su país (la cueca es un baile típico chileno en el que se representa un cortejo amoroso) que la acerca musicalmente a Julieta Venegas, un referente en su carrera.
Hija de dos reputados científicos chilenos, Valenzuela escogió su propio camino al estudiar Periodismo en la universidad y entregarse con entusiasmo a cultivar las letras y la música, un camino que ya le ha conseguido «hitos» importantes en su carrera, como colaborar en una canción con U2.
El lanzamiento de «Tajo abierto» viene acompaña por una gran gira del mismo nombre que la llevará el 25 de septiembre al Lunario del Auditorio Nacional en Ciudad de México y por último realizará una gira por Chile, con un multitudinario «show» en el Teatro Caupolicán de Santiago el 12 de noviembre.
