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El síndrome de la rana hervida: ¿Por qué no actuamos con la urgencia que requiere el cambio climático?

No somos capaces de reconocer las amenazas del futuro, dicen unos. Somos víctimas de la promoción del consumo inmediato, apuntan otros. Lo cierto es que la temperatura del agua en la olla sigue subiendo y la rana (nosotros) no se da por enterada.

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Por Alejandro Sepúlveda Jara
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¿Les hace sentido la fábula de la rana hervida que desarrollamos en el video? Cualquier semejanza con la realidad no es mera coincidencia. Muchos parecen no dimensionar la gran amenaza que representan los efectos del cambio climático para nuestra existencia.

¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué somos tan pasivos? Según el psicólogo chileno, Gabriel Cáceres, “el concepto de cambio climático se asocia a un proceso de largo plazo, lo que choca con el refuerzo mediático de que lo importante es la satisfacción inmediata”.

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El doctor, Sanjay Gupta, corresponsal médico en jefe de CNN tiene una teoría al respecto. “El cerebro humano no es capaz de reconocer las amenazas existenciales futuristas. Los humanos somos buenos reaccionando ante el peligro inmediato. Nos agachamos si una pelota de beisbol vuela hacia nuestra cabeza o corremos si un perro nos persigue. Pero cuando la amenaza se lleva comunicando de forma gradual a lo largo del tiempo, nuestros cerebros tienen más dificultad para comprender el peligro. Entonces resulta más fácil ignorar el problema que hacer sacrificios para solucionarlo”.

“Si bien las personas, no el ser humano como especie, generan acciones concretas para paliar el efecto del cambio climático, el contexto globalizado apunta en otra dirección. El sistema económico-político-cultural no permite, o no facilita, que las personas proyecten de forma significativa el cambio climático”, dice Gabriel Cáceres.

El sicólogo chileno añade que “todos somos víctimas de la promoción del consumo. Este consumo plantea necesidades que no apuntan al largo plazo, más bien mantiene a las personas dando vuelta en sus propios intereses, no abordando el bien común como prioridad. Puede sonar a justificación, pero es imposible en la actualidad negar o invisibilidad el papel que juega el sistema en nuestras acciones, o como las acciones particulares no generan un impacto significativo frente a los intereses de los grandes capitales”, señala.

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El doctor, Sanjay Gupta afirma que “algunos expertos piensan que parte de la solución reside en cómo debemos hablar del cambio climático. Hay abundante evidencia que la empatía nos motiva. Investigadores han descubierto que es más probable que la gente actúe cuando escuchan una historia emotiva que cuando se trata de datos o hechos. La esperanza puede reducir los niveles de ansiedad del cerebro, abriéndonos a más soluciones posibles. Encontrar maneras de conectar este problema global a nivel local también es importante”.

Y aunque Gabriel Cáceres coincide con Sanjay Gupta en su análisis individual, el sicólogo chileno apunta hacia otro ámbito. “El debate es muy amplio, pero centrar las dificultades en el cerebro humano es responsabilizar al ciudadano común que, centrado en su satisfacción personal inmediata, no es quien levanta las prioridades o focaliza las acciones en el ámbito del bien común”, enfatiza.

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